Resumen
RESUMEN
En las dos útimas décadas las perspectivas utilizadas en las políticas públicas del ámbito educativo, han transitado desde la integración a lo inclusivo. Esto, ha generado el reconocimiento de la diversidad por sobre lo normativo, constituyéndose la diferencia en la norma; por lo menos a nivel teórico, ya que esto no necesariamente trasciende hacia lo aplicado. La generación de diversas leyes dirigidas hacia el fomento de la inclusión y los contingentes movimientos sociales (educación no sexista) refuerzan la aceptación y valoración de la diversidad y resolución pacífica de los conflictos que inevitablemente esta trae. Requiriéndose, por consiguiente, habilidades en el profesorado que no han sido intencionadas en prácticamente ningún momento de la formación docente.
Diversos estudios señalan la importancia de la dimensión emocional en el proceso educativo. Las competencias emocionales han sido ampliamente relacionadas con el rendimiento académico, bienestar psicosocial, desarrollo de habilidades socio-cognitivas, salud mental, conductas prosociales, entre otras. Si bien existe evidencia al respecto, en nuestro país aún la educación emocional no ha sido considerada formalmente en el ámbito educativo. Esto pone en evidencia la necesidad de que estas competencias y habilidades sean abordadas de forma explícita dentro del currículum de la formación inicial docente. Este artículo revisa la situación actual en estos ámbitos y reflexiona sobre las posibilidades que surgen, tanto en términos de formación como investigativos, a partir de la problematización de los requerimientos que el profesorado presenta en este contexto que propone a la educación como una oportunidad para promover igualdad y justicia social.