Resumen
Signado en masculino, el ideal guevarista del hombre nuevo no solamente materializó una asimetría de roles al interior de los movimientos de izquierda en América Latina, sino además exclusiones que, en un sentido más amplio, tocaron a la multiplicidad humana que de alguna manera adhirió al proyecto revolucionario. El presente artículo busca indagar en las posibles bases de la crítica lemebeliana a este ideal. Si, a través de su obra, Lemebel vuelve una y otra vez a la iconografía del ‘hombre nuevo’, no es sólo para pegarle ‘brillos’ a la estrella solitaria de su bandera. Desde la lectura del Manifiesto a las huellas ardientes con que marca su paso por los campos de exterminio de Pisagua (sin soltar los tacones), su obra fue una forma peligrosa de corporeizar cadencias, texturas y tonalidades, relegadas ‘del partido’ por su potencial feminizante. Horadando los límites binarios entre lo masculino y lo femenino, lo duro y lo blandengue, la patria y la muerte, la obra de Lemebel se despliega como una embestida desafiante que apunta al centro falogocéntrico de sus significantes. A través de su crítica Lemebel introduce formas inusitadas de desacato, que interrogan y a la vez desafían el imaginario revolucionario local. Los tacones por el verde olivo, la nostalgia frente al olvido, el brillo contra el régimen de opacidad de los cuerpos, son parte de una propuesta subversiva que instala lumínicas líneas de fuga que tensionan ambos lados de la trinchera patriarcal.