Abstract
La imagen-pueblo del Nuevo Cine Chileno modula la idea de un tiempo homogéneo y lineal que cancela la emergencia de las identidades disyuntivas y subalternas. Así, el cine revolucionario -desde una negociación con una temporalidad no-sincrónica y configurando un artefacto estético que instala al pueblo como identidad esencial- despliega una fuerza uniformadora que limita la intervención performativa de la alteridad. Partiendo de estas problemáticas, se analiza la relación de los cortometrajes documentales Amuhuelai-mi (1972) de Marilú Mallet y Ahora te vamos a llamar hermano (1972) de Raúl Ruiz con el compromiso homogeneizador de la imagen-pueblo. Se discute que mientras la obra de Mallet, desde una narración expositiva clásica, consigue una inferiorización de los recursos expresivos del mapuche; en el cortometraje de Ruiz priman las disyunciones polifónicas de la diferencia cultural gracias a un ejercicio de traslucimiento que se deriva de lo que su realizador definió como cine de indagación.
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